Desprenderse...Y seguir. Los remiendos no aguantaron, se rajó el vestido que obnubilado tejí para ti. Aunque duela, llegó la hora de cerrar puertas, abrir ciclos y volar, al fin.
Comenzó como lo hacen las causas triviales: sin mucho sentido. Yo pretendía reducir el hilo telefónico y convertirlo en un duelo de miradas. Quemé todas las naves y tú, intermitente faro, permitiste que bordeara la costa...Hasta casi estrellarme. Ni siquiera yo apostaba un duro por mí. Entonces se alinearon los planetas y se deshizo la sinapsis entre apetencia y deber. Y me pediste que fuera.
Fui.
Allí estabas tú, esperando en la puerta, sin ningún tacón que tirarme a la cabeza.
Cuando el azar parezca querer ganar la baza definitiva. Cuando la duda embista hasta rasgar lo especial de mis maneras. Y, especialmente, si mi torpeza envilece tu innegable presencia en mis poesías, saca la brújula, la que señala el punto cardinal entre mis dedos y tus caderas... Y acaríciala.