Comenzó como lo hacen
las causas triviales:
sin mucho sentido.
Yo pretendía reducir
el hilo telefónico
y convertirlo
en un duelo de miradas.
Quemé todas las naves
y tú, intermitente faro,
permitiste que bordeara
la costa...Hasta casi
estrellarme.
Ni siquiera yo
apostaba un duro por mí.
Entonces se alinearon
los planetas y
se deshizo la sinapsis
entre apetencia y deber.
Y me pediste que fuera.
Fui.
Allí estabas tú,
esperando en la puerta,
sin ningún tacón
que tirarme a la cabeza.
Ahora o nunca
Hace 1 año
2 comentarios:
Qué placer volver a leer otra de esas operaciones a corazón abierto que nos regalas de cuando en vez. Supongo que siempre bajo prescripción de algún(a) profesional de la salud. Ya sabes que con esas cosas no se juega (mucho) ;-).
Mil besos!
¡Qué grande! Muy, muy bueno lo que escribes... :)
Publicar un comentario