Hay días de mierda.
Te despiertas confundido, exaltado,
esperando que el timbrazo
que se introdujo sin permiso
en tus sueños
no fuese el despertador.
Y solo.
Abrazando el hueco en la cama
que ganaste por derecho y convicción,
con esa sensación de quietud del calendario,
con esa apetencia de nadie,
excepto de ti.
La rutina te atrapa sin sobresaltos,
sin ese chispazo que te hace seguir.
Son los adoquines los que guían mis pasos,
evitando el sentido, escondiéndose de mí.
Duele el café, oscuro y amargo,
aviva las llagas tras la coraza de postín.
Difícil tarea desprenderse de la resaca.
Demasiado ridículo.
Incluso para mí.
A veces acaban estos días
y percibes su bondad.
A veces se ilumina la pantalla
y lees que crisis
es igual a oportunidad.
Ahora o nunca
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario