Amanece temprano estos días,
tanto
que el sol ni se atreve a salir.
Café y galletas para reponer energías,
las uvas esperan a que llegues allí.
El tractor avanzando, tijeras sonando,
el canasto se llena y me toca tirar.
Racimos volando hacia el remolque,
cada vez más alto y lejano,
un sol, que sin ser de justicia,
se empeña en molestar.
Los guantes destiñen,
los arañazos no escuecen,
a fin de cuentas...
¿Qué esperabas chaval?
Comida caliente, sentirte en tu casa,
clarete, sobremesa, risas y más.
El cuerpo molido.
El alma de tinto.
Resulta que merece la pena
venir a vendimiar.