Siempre fui paladín de soñadores,
Don Quijote de la desdicha.
Supongo que hay cosas tan inherentes
que se le escapan a mis rimas.
No aprendí tras 500 tropezones,
ni tras largas resacas de emociones,
hombre fatal, primera línea.
Y de desfacer; entuertos de otros,
que los míos se me resisten;
psicología básica: lección para tontos.
A veces me da por renacer,
cual ave fénix,
si me dejas soplar
las cenizas de mis despojos.
Entiendo que mi torpeza,
a estas alturas de la partida,
pueda suponer un jaque mate.
Jugué con la reina,
sin proteger al rey en primera fila.
El rumor de los trenes
Hace 18 horas
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